domingo, 9 de marzo de 2014

Cómo enseñar a pensar

Cómo enseñar a pensar.

Me pareció muy interesante la lectura de Louis E. Raths, en el que aborda diversas técnicas para enseñar a pensar, enfocado su estudio principalmente a la escuela primaria, a la secundaria y a los profesores de las mencionadas escuelas.

El libro nos muestra parte del sistema de enseñanza, que desde hace muchos años ha sido implementado en las escuelas de Estados Unidos de Norte América, demostrando plenamente los resultados obtenidos, dando particular importancia al estudio del pensamiento como la maquina imparable que se encarga de imaginar, descubrir, inventar, etc. todo esto desde las etapas tempranas del desarrollo del hombre, cuando todavía es un niño y su cerebro puede ser moldeado con mucha mayor facilidad, al proporcionarle las herramientas necesarias por los maestros, para pensar bien.   

Desde luego que el problema es un gran reto, sobre todo si partimos de que en muchas de nuestras tareas y quehaceres en los lugares en que día a día nos desenvolvemos, en la mayoría de las veces las hacemos mecánicamente, utilizando las mismas herramientas, que con las que lo hicimos en los primeros días de nuestro trabajo o de la escuela, negándonos por comodidad tácita o expresa a implementar nuevas y mejores técnicas.

En efecto, tratamos en la medida de lo posible esforzarnos menos, hacer los trabajos con cierta monotonía y costumbre, si algo se hizo bien en el pasado y le agradó al jefe o al maestro, lo seguimos haciendo igual, no variamos nada, no imaginamos, no innovamos, no nos modernizamos.

Es un asunto que lleva implícitamente la negación a pensar, posiblemente un vicio heredado por nuestros propios maestros, la no exigencia de nuestros jefes, la inexperiencia de nuestros padres o la falta de superación por parte de nosotros mismos.   

Ha sido una tarea no fácil de aplicar, ya que como bien dice el autor, es necesario tiempo, así como paciencia, requiriendo como mínimo seis meses para ponerla a prueba, imponiendo a los maestros el asumir la responsabilidad de cambiar la conducta de los alumnos, proporcionando las oportunidades para que los alumnos modifiquen sus conductas, dando también una especial importancia a la salud física y emocional de los educandos para poder pensar correctamente.

Supongo que la salud física a que se refiere el autor, no es únicamente aquella que después de una valoración clínica, un especialista en medicina pediátrica o infantil, extiende en un certificado de salud, debe ser también aquella que parta de un estudio realizado a los padres del educando, en el que se valore la alimentación de los progenitores y de sus hijos.

Sería imposible tratar de enseñar a pensar a un pequeño, que después de recorrer varios kilómetros, por varias horas para llegar a la escuela con el estomago vacío y desnutrido, así como llevar una pesada mochila a cuestas cargada de cuadernos y de libros, se pretenda que exista un rendimiento más o menos favorable a los intereses del maestro o de la escuela.

Me parecen acertadas las sugerencias planteadas por el autor, en las operaciones del pensamiento, tales como comparar, resumir, observar, clasificar, interpretar, formular críticas, búsqueda de suposiciones, imaginar, organizar datos, formular hipótesis, toma de decisiones, hacer investigaciones, codificar, etc. si no son todas las que posiblemente se pueden aplicar, si son las que en un primer comienzo deben ser aplicadas.


Sin ser experto en la actividad de enseñar a pensar, me atrevo a sugerir en este estudio, con el objetivo único de verificar la efectividad que puedan tener las técnicas de enseñar, en primer lugar, la libre competencia entre los alumnos de un salón de clases a través de un examen, después continuar con exámenes de los demás salones del mismo grado y con los de la misma zona escolar, en los que no solo se valore al alumno y sus capacidades de aprendizaje, sino que, también sean valorados los maestros y su experiencia, el entorno en que se desarrollan los niños y maestros, la salud, la alimentación, etc.     

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