Cómo enseñar a pensar.
Me pareció
muy interesante la lectura de Louis E. Raths, en el que aborda diversas
técnicas para enseñar a pensar, enfocado su estudio principalmente a la escuela
primaria, a la secundaria y a los profesores de las mencionadas escuelas.
El libro
nos muestra parte del sistema de enseñanza, que desde hace muchos años ha sido
implementado en las escuelas de Estados Unidos de Norte América, demostrando
plenamente los resultados obtenidos, dando particular importancia al estudio
del pensamiento como la maquina imparable que se encarga de imaginar,
descubrir, inventar, etc. todo esto desde las etapas tempranas del desarrollo
del hombre, cuando todavía es un niño y su cerebro puede ser moldeado con mucha
mayor facilidad, al proporcionarle las herramientas necesarias por los
maestros, para pensar bien.
Desde
luego que el problema es un gran reto, sobre todo si partimos de que en muchas
de nuestras tareas y quehaceres en los lugares en que día a día nos
desenvolvemos, en la mayoría de las veces las hacemos mecánicamente, utilizando
las mismas herramientas, que con las que lo hicimos en los primeros días de
nuestro trabajo o de la escuela, negándonos por comodidad tácita o expresa a
implementar nuevas y mejores técnicas.
En efecto,
tratamos en la medida de lo posible esforzarnos menos, hacer los trabajos con
cierta monotonía y costumbre, si algo se hizo bien en el pasado y le agradó al
jefe o al maestro, lo seguimos haciendo igual, no variamos nada, no imaginamos,
no innovamos, no nos modernizamos.
Es un
asunto que lleva implícitamente la negación a pensar, posiblemente un vicio
heredado por nuestros propios maestros, la no exigencia de nuestros jefes, la
inexperiencia de nuestros padres o la falta de superación por parte de nosotros
mismos.
Ha sido
una tarea no fácil de aplicar, ya que como bien dice el autor, es necesario
tiempo, así como paciencia, requiriendo como mínimo seis meses para ponerla a
prueba, imponiendo a los maestros el asumir la responsabilidad de cambiar la
conducta de los alumnos, proporcionando las oportunidades para que los alumnos
modifiquen sus conductas, dando también una especial importancia a la salud
física y emocional de los educandos para poder pensar correctamente.
Supongo
que la salud física a que se refiere el autor, no es únicamente aquella que
después de una valoración clínica, un especialista en medicina pediátrica o
infantil, extiende en un certificado de salud, debe ser también aquella que
parta de un estudio realizado a los padres del educando, en el que se valore la
alimentación de los progenitores y de sus hijos.
Sería
imposible tratar de enseñar a pensar a un pequeño, que después de recorrer
varios kilómetros, por varias horas para llegar a la escuela con el estomago
vacío y desnutrido, así como llevar una pesada mochila a cuestas cargada de
cuadernos y de libros, se pretenda que exista un rendimiento más o menos
favorable a los intereses del maestro o de la escuela.
Me parecen
acertadas las sugerencias planteadas por el autor, en las operaciones del
pensamiento, tales como comparar, resumir, observar, clasificar, interpretar,
formular críticas, búsqueda de suposiciones, imaginar, organizar datos,
formular hipótesis, toma de decisiones, hacer investigaciones, codificar, etc.
si no son todas las que posiblemente se pueden aplicar, si son las que en un
primer comienzo deben ser aplicadas.
Sin ser
experto en la actividad de enseñar a pensar, me atrevo a sugerir en este
estudio, con el objetivo único de verificar la efectividad que puedan tener las
técnicas de enseñar, en primer lugar, la libre competencia entre los alumnos de
un salón de clases a través de un examen, después continuar con exámenes de los
demás salones del mismo grado y con los de la misma zona escolar, en los que no
solo se valore al alumno y sus capacidades de aprendizaje, sino que, también
sean valorados los maestros y su experiencia, el entorno en que se desarrollan
los niños y maestros, la salud, la alimentación, etc.
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